miércoles, 28 de mayo de 2008

El pincel de Joanna

Estando en el preuniversitario, a ratos organizábamos fiestas para reencontrarnos fuera del ámbito de la escuela. Se pasaba muy bien. Casi siempre nos reuníamos en el Vedado, en casa de Evys, y allí además de escuchar música y quizás beber algo, que es lo que se hace en todas las fiestas, en la última parte del encuentro, ya en la madrugada, nos dedicábamos a conversar y a hacernos muchas preguntas, esta vez con más calma, y con la música que apenas se escuchara. Era un momento muy íntimo y agradable. Recuerdo que un día, en una de esas fiestas, decidimos entrarnos en un juego que en mi caso era la primera vez que escuchaba de él. Consistía en que te ubicaban, imaginariamente, en el medio del mar. Junto a tus amigos te encontrabas en un barco a la deriva, y luego de que el contrincante que te tocara en el juego, te impusiera una carrera u oficio, tú tenías que utilizar tu imaginación y explicarle al grupo cómo, con las artes que te acababan de adjudicar, los rescatarías a todos. Con estas reglas a nadie se le ocurría darle a su contrario el oficio de marinero o de nadador. Mientras más alejadas del mar y de las ciencias las destrezas impuestas, más el supuesto héroe tendría que utilizar su cabeza para rescatarnos a todos del chapuzón.
Nos reíamos mucho, porque era muy gracioso ver la cara de un amigo cuando le decíamos que en sus manos estaban nuestras vidas y que él se había dedicado al billar o a la cría de avestruces. Mientras yo esperaba mi turno para poner el oficio, me la pasé pensando alguno bien difícil. Algo que de sólo decirlo hiciera que mi contrario abandonara el barco. Así estuve hasta que me tocó con Joanna. Viendo mi triunfo ya casi a las puertas le dije a mi amiga que ella era pintora, y que como era sabido le tocaba rescatarnos. Joanna, después de pensar un rato se nos quedó mirando y con una sonrisa nos dijo que con su pincel nos iba a pintar, en medio de la tormenta, un puerto listo para nuestra llegada y una tierra firme que nos salvaría. Todos nos quedamos boquiabiertos. Y yo hasta nuestros días, siento alegría cada vez que pienso en aquello.
Joanna es una muchacha muy dulce.Cuando dejé Cuba ella era estudiante de letras en la Universidad de la Habana. Aunque nunca estuvo en el pre Cepero, creo que se lo debía. Al fin y al cabo esto no es nada comparado con lo que aquél día, en medio de la tormenta y dentro de un barco a la deriva, ella hizo por nosotros.

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